El mimo y ser humano

Posted by Izaskun Kqmimoa | Posted in | Posted on 10:55

Prueba a expresar tus deseos, sentimientos, gozos, logros, tristezas… sin acompañarlos de gestos… Quizás puedas hacerlo, pero has perdido un gran porcentaje de información y credibilidad, en definitiva de comunicarte realmente.

Desde los inicios, el ser humano y el gesto son uno miso, incluso antes de aparecer un lenguaje hablado y estructurado.

Con el tiempo en las culturas se incorporan los gestos como algo natural en escritos, pinturas…Egipto, pinturas Aztecas… aparecen sentimientos y acontecimientos expresados a través de gestos.

Las religiones, las liturgias, las tradiciones y las danzas están plagadas de gestos y rituales llenas de sentido y simbolismos.

Los primeros mimos occidentales aparecieron en los teatros de Grecia y Roma en el siglo V AdC. La mímica era un importante elemento en los teatros de la época, donde buena parte del público no podía oír a los actores.

Entre Griegos y Romanos encontramos a los etólogos que antes de las tragedias representaban un espectáculo relacionado con los temas morales de la época. Según cita Peter Roberts en su libro 'MIMO El arte del Silencio', los estudiosos del tema apuntan que el primero en hacer pantomima en Roma fue el artista griego Livius Andronicus, quien por ser tan popular perdió la voz debido a sus numerosas representaciones y recurría al gesto para dar a conocer sus poesías.

La suerte de los mimos dependía de las exigencias de cada Emperador. Augusto de Roma disfrutaba de sus esclavos mimos, Tiberio los elimina y Calígula los hace volver para más tarde otra vez expulsarles.

A lo largo de la historia tuvo altibajos, incluso durante el Imperio Romano estuvo apunto de desaparecer porque, en palabras de Peter Roberts “Se había convertido en un espectáculo nauseabundo”. Durante la Edad Media, este arte prácticamente desapareció de Europa.

El mimo, a pesar de todo, no muere, sino que los artistas se reparten por Europa.

En 1576 un grupo italiano de actores afincado e París logra un notorio éxito por sus críticas a la autoridad a través del gesto ya que el texto les era prohibido. De este modo en París se crea una tradición propia.

Jan-Gaspard Deburau sustituye a un Pierrot en un circo y consigue la aceptación del público pues no sólo hace reír, sino que introduce situaciones que componen una historia. Como dato curioso citamos su epitafio: “Aquí yace el hombre que dijo toda la verdad sin decir una sola palabra”.

Su hijo, Charles Deburau, continuó su tradición y se van uniendo nuevos nombres como Louis Rauffe, Charles Dullin y Etienne Decroux. Este último es considerado el padre del mimo moderno por su investigación y creación de teorías nuevas, técnicas, ilusiones… y hasta una escuela de mimos de donde han salido Marcel Marceau, Jean-Louis Barrault y Peter Roberts entre otros.

Hoy día no son pocos los mimos repartidos por todo el mundo, y seguramente seguirá perdurando en la historia el mimo gracias a todos los que continúan esa labor a lo largo de los años de manera profesional o no.

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